Leyendas
Aquí encontramos una amplia variedad de leyendas, tales como La leyenda
de Santiago Apóstol, La Leyenda de Koek´siron (negro cigarro) y el origen
del Maíz, en San Andrés Xecul. El tragalenguas, Gukumatz, además de las
ya tradicionales como el duende, el sombreron, la llorona, etc.
El Tragaleguas
Se dice que en San Francisco El Alto, en una ocasión el Tragaleguas
de San Francisco, hizo un viaje a la costa y a su regreso traía agua del
mar, en un tecomate, y un volcán que venía cargando. Al pasar por
Atitlán se sintió muy cansado y se durmió. Ahí vació su tecomate y dejó
el agua que había traído. Entonces formó el lago de Atitlán.
Siguió caminando con el volcán que traía cargado y cuando llegó a un lugar llamado Santa María, se sintió nuevamente cansado y entonces también lo dejó y después lo llamaron el volcán de Santa María. Sólo regresó con sus ponchos, los que vino a dejar en el cerro de este lugar, al que le llamaron cul (poncho, chamarra de lana). Después, en este lugar se formó el pueblo para recordar al Tragaleguas de San Francisco, que aquí dejó sus ponchos con el que viajaba.
Los Aj'tzijol K'ulmatajem de Momostenango, aseguran que un hombre había viajado a vender ponchos a Huehuetenango, y cuando venía de regreso dispuso bañarse en el Río Negro. Se estaba sumergiendo, cuando vio una gran culebra que salía del río y escupía con gran fuerza en la orilla. Luego la culebra se metió otra vez al río y desapareció. El hombre, asustado, fue a ver qué había en la escupida y encontró una bola de metal que brillaba. Se la metió en el morral, pero cuando iba caminando se dio cuenta que entendía el lenguaje de los árboles, de los cerros y de los animales. Entonces cayó en cuenta que la bola de metal era mágica, porque la culebra que había visto era Gukumatz'. El hombre regresó a Momostenango, se volvió muy sabio y muy feliz, porque entendía todo lo que los animales y los árboles sentían y querían. Su mujer, "que lo veía raro porque hablaba solo", le insistió tanto, que el pobre hombre le dijo el secreto y le enseñó la bolita de metal. Luego, vino un gran viento, se apareció Gukumatz', le quitó la bolita y el hombre se murió.
Siguió caminando con el volcán que traía cargado y cuando llegó a un lugar llamado Santa María, se sintió nuevamente cansado y entonces también lo dejó y después lo llamaron el volcán de Santa María. Sólo regresó con sus ponchos, los que vino a dejar en el cerro de este lugar, al que le llamaron cul (poncho, chamarra de lana). Después, en este lugar se formó el pueblo para recordar al Tragaleguas de San Francisco, que aquí dejó sus ponchos con el que viajaba.
Los Aj'tzijol K'ulmatajem de Momostenango, aseguran que un hombre había viajado a vender ponchos a Huehuetenango, y cuando venía de regreso dispuso bañarse en el Río Negro. Se estaba sumergiendo, cuando vio una gran culebra que salía del río y escupía con gran fuerza en la orilla. Luego la culebra se metió otra vez al río y desapareció. El hombre, asustado, fue a ver qué había en la escupida y encontró una bola de metal que brillaba. Se la metió en el morral, pero cuando iba caminando se dio cuenta que entendía el lenguaje de los árboles, de los cerros y de los animales. Entonces cayó en cuenta que la bola de metal era mágica, porque la culebra que había visto era Gukumatz'. El hombre regresó a Momostenango, se volvió muy sabio y muy feliz, porque entendía todo lo que los animales y los árboles sentían y querían. Su mujer, "que lo veía raro porque hablaba solo", le insistió tanto, que el pobre hombre le dijo el secreto y le enseñó la bolita de metal. Luego, vino un gran viento, se apareció Gukumatz', le quitó la bolita y el hombre se murió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario